La artista presentó su álbum Mayhem en una experiencia teatral dividida en seis actos, donde fusionó pasado, presente y futuro con una potente carga simbólica.

Lady Gaga ha vuelto a demostrar por qué es una de las figuras más visionarias de la música actual. En la noche inaugural de Coachella 2025, la cantante neoyorquina ofreció un show que fue mucho más que un concierto: se trató de una obra escénica, una narrativa visual y sonora que recorrió su historia artística al tiempo que presentaba su nuevo material discográfico titulado Mayhem.

Un viaje emocional y simbólico en seis capítulos

Vestida con un impactante atuendo rojo, Gaga apareció en el escenario para interpretar Bloody Mary, marcando el inicio de un viaje cargado de dramatismo. Desde el primer momento, quedó claro que el espectáculo no seguiría una estructura convencional, sino que avanzaría como una travesía emocional, dividida en seis actos con una atmósfera teatral cuidadosamente construida.

A lo largo del show, Gaga encarnó distintos momentos de su carrera, enfrentándose literalmente a su “yo” del pasado en una potente escena coreografiada con Poker Face, en la que su alter ego de Bad Romance representaba los fantasmas de su historia artística. Esta confrontación dio paso a una especie de ritual simbólico: enterró esa etapa y emergió en una nueva piel con la canción Perfect Celebrity, abriendo paso a la transformación.

Versatilidad, virtuosismo y evolución artística

La puesta en escena fue también una muestra del amplio espectro interpretativo de Gaga, que cambió de instrumento y de estilo con fluidez. Se sentó tras la batería para interpretar Killer, tomó la guitarra para Garden of Eden, y volvió al piano —su espacio más íntimo— para ofrecer emotivas versiones de How Bad Do U Want Me y Shallow. Cada cambio marcaba un nuevo matiz emocional dentro de esta experiencia de casi dos horas.

Hacia el cierre, la artista recuperó Bad Romance, pero esta vez desde un lugar distinto, como si resignificara uno de sus mayores éxitos para reconciliarse con su legado. La frase “Los monstruos nunca mueren”, proyectada como broche final, dejó un mensaje poderoso para sus fans y para el mundo del pop: Gaga no solo sigue viva artísticamente, sino que está más renovada que nunca.

Una apertura memorable para un Coachella diverso

La jornada inaugural del festival, celebrada en Indio, California, ofreció además una paleta sonora rica en diversidad cultural. Desde Perú, Los Mirlos llevaron por primera vez la cumbia amazónica a este escenario global, mientras que la estrella coreana LISA regresó como solista en una actuación vibrante. El dúo argentino Ca7riel y Paco Amoroso puso a bailar a los asistentes con su mezcla irreverente de estilos urbanos.

El momento más comentado, sin embargo, llegó con la aparición sorpresa de Brian May, quien acompañó a Jason Bunn en una versión épica de Bohemian Rhapsody, añadiendo un toque legendario a la velada.

Coachella se reinventa una vez más

Con esta nueva edición, Coachella reafirma su papel como vitrina global para el arte musical contemporáneo. Y Lady Gaga, reinventándose en un espectáculo cargado de teatralidad, deja claro que sigue marcando el pulso del pop con propuestas audaces, personales y emocionalmente intensas.